jueves, 15 de septiembre de 2016

Autopistas peligrosas
Paradojas del transito


En una mañana soleada en el sur del conurbano, más precisamente en una de las entradas a la ciudad de Buenos Aires como lo es la autopista Buenos Aires-La Plata, el caos es una moneda común. Desde Avellaneda por la calle Debenedetti se puede subir doblando a la izquierda para tratar de evitar el congestionamiento causado por la Terminal de contenedores que opera en  Puerto Dock Sud. En esa hora pico a paso de hombre, la larga fila tiene varios kilómetros. Esta compuesta de camiones porta contenedores, camiones de rapartos, automóviles, motoqueros, utilitarios, colectivos, cada uno con su propia ansiedad e inquietud. Los camiones porta contenedores iban por el carril derecho, algunos automovilistas y motoqueros iban por la colectora realizando maniobras peligrosas. Otros más ausentes al volante perdían tiempo y generaban aun más retrasos.
El estado de la autopista no es el mejor, aunque desde que el gobierno de provincia de Buenos Aires rescindió el contrato del anterior concesionario, se hizo cargo de la administración y el mantenimiento. Se estuvo trabajando para poner a tono la autopista con el tercer carril porque muy pronto empezara a operar una terminal portuaria de contenedores en el Puerto La Plata, convirtiéndose en la quinta terminal de contenedores si contamos las tres de Puerto Buenos Aires ubicadas en Puerto Nuevo y la de puerto Dock Sud en Avellaneda. Las previsiones de los especialistas dicen que el número de camiones se incrementara, por lo cual la autopista necesitara una importante inversión para el mantenimiento y la seguridad vial. Los baches igualmente siguen estando y algunos son de una dimensión importante con lo  cual la posibilidad de un siniestro aumenta.

Al llegar a los peajes de Dock Sud, las largas filas, los bocinazos, el nerviosismo y la falta de paciencia se hacen evidentes. También se nota la falta de empleados de la empresa provincial para ordenar el transito con alguna señalización. En la resolución Nro 630 articulo 5 inciso f del Ministerio de Infraestructura de la Provincia de Buenos Aires se establece que si una fila supera los treinta vehículos y el tiempo de espera del usuario supera los cuatro minutos, se deben levantar las barreras del peaje. Después de soportar el ruido de las bocinas y los kilómetros de largas filas, las barreras se levantan todas al mismo tiempo, con lo que se genera una carrera desesperada por cruzar lo peajes, algunos automovilistas por no decir la mayoría parecen creer que están en algún tipo de carrera del TC, los camiones son un capitulo aparte. Ni bien salen del peaje, se produce otro embotellamiento que no es solo por culpa de la curva o de la mala educación de los que manejan, sino que se suma el puesto de control que en forma combinada realizan la Gendarmería y Vialidad Nacional, ocupando toda una mano en ese caos vehicular. Las señalizaciones están ubicadas en una curva y de una forma que impiden el libre transito, en medio de ese caos muchos no ven el puesto de control por los camiones que compiten en velocidad, obstruyendo la visualización  del puesto, entonces algunos automovilistas se meten de lleno a velocidades peligrosas  creyendo que el puesto de control no esta. Son detenidos vía silbato por los gendarmes, se les requiere la documentación pertinente, registro, cedula verde y seguro. Se les obliga a parar el motor y abrir el baúl, los de vialidad toman nota, otro de gendarmería hace el mismo trabajo, ambos rodean los vehículos y los estudian con minuciosidad. Lo paradójico es que mientras aperciben a despistados automovilistas con amenazas tales como retensión del registro, a las espaldas de estos agentes se producen todo tipo de maniobras peligrosas y velocidades no muy convenientes por el poco espacio y la cantidad de vehiculos. En definitiva un puesto que debería servir para el control se convierte en parte del problema, una resolución ministerial que vela por los usuarios complica aun mas el transito y una autopista construida para facilitar la circulación y conexión entre ciudades se convierte en un pandemonium.

Gustavo Ruben Santuchi-Encalada

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